NI UNA MÁS, NI UNA MENOS, VIVAS NOS QUEREMOS

Ha sido un fin de semana de fuertes consignas por parte del movimiento feminista en México. Cada mujer que ha sufrido una pérdida por culpa de la violencia o se ha sentido empática con las pérdidas de sus hermanas ha encontrado la manera de alzar la voz, de compartir, de gritar, de marchar, de declarar sobre las injusticias de un país ciego, sordo, mudo, inútil y depravado. Un país que no ha sabido cuidar a sus mujeres y que ha decidido tratarlas con indiferencia, con crueldad, salvajismo…

Foto: Carmen Hernández

Mucho se ha visto que todas y cada una de las personas tienen su propia opinión sobre las pintas y la forma de expresarse de los colectivos, que si vandalizaron o no, que hay otras formas de exigir respeto, que eso no es de damas, que no son formas, que nada de lo que están haciendo tiene sentido y coherencia. He leído tantos mensajes ofensivos y al mismo tiempo de apoyo al movimiento, que me encuentro en una encrucijada cada que abro las redes sociales.  Aplaudo cada una de las acciones realizadas para llamar la atención, este movimiento fue precisamente para gritar e incomodar, para que alguien voltee a ver, porque de lo contrario cualquier otro tipo de manifestación “pacífica” no trascendería ni en los medios de comunicación, ni en las redes sociales, probablemente ni siquiera en una charla habitual entre amigos.

Al mismo tiempo, no puedo evitar sentir coraje por todos aquellos que no tienen ganas de ayudar, pero sí de chingar con comentarios sin sentidos y absurdamente explicativos -como si no supiéramos de historia o del valor estético, o de los negocios afectados, como si fueran los expertos en revoluciones y/o riots– tratando de mostrar una bandera de ética y moral, o de #nomerepresentan, cuando no te representa para nada un dejo de empatía por un país que adolece de 9 feminicios al día, a ti te representa solo la pasividad y el desgano, eres cómplice del sistema corrupto que nos viola y que nos mata.   He leído comentarios en donde desean que las mujeres sean violadas y golpeadas o hasta asesinadas, solo por su derecho santo de expresarse. ¿Qué tiene ese monumento que tanto les duele aparte de una historia que probablemente ni siquiera conocen? ¿Qué tienes que agradecerle al gobierno que seas tan leal a las estructuras de una historia incompleta que te enseñan en primaria? Tus hermanas, o tu madre, o tus primas, o tu novia, no están seguras, de un día para otro podrían desaparecer (no te lo deseo) y las instituciones no te ayudarán, o limitarán las búsquedas, o serán ellos mismos los que habrán mancillado a tu ser querido y solo estas mujeres de las que ahora te quejas estarán ahí tratando de hacer algo, tratando de que seas oído, pasando lista a su nombre y gritando con todas sus fuerzas ¡presente!

Otros abogan con que esto parece más una pelea contra el género masculino, porque lo agreden aunque sea aliado, si fuera aliado por ejemplo sabría que tendría que ir hasta atrás de la fila en los espacios mixtos, las empresas televisivas saben que deben mandar a corresponsales femeninos por qué mandan hombres?, si fueran aliados evitarían los comentarios impertinentes o con el “pero” de por medio, en lugar de criticar, aportarían.

Foto: Ivanna Leos

En la marcha en Ciudad Juárez, una vez que llegaron a la Fiscalía Especializada de la Mujer (que se encontraba cerrada, porque aparentemente si me violan tiene que ser en horario de oficina), me tocó el pase de lista de algunas de las desaparecidas cuyos familiares se encontraban ahí, me tocó gritar ¡vivas se las llevaron, vivas las queremos! me tocó ver expresiones artísticas de los colectivos, me tocó ver como pintaban de rosa el edificio, como llenaban los espacios vacíos entre las caras de las desaparecidas los rostros de los cuatro maestros que violaron a la docente de la UACJ, -porque el estado está demasiado ocupado encubriendo sus identidades-, vi como José Luis Castillo habló del tiempo que tiene buscando a su hija y como fue ofendido y maltratado por los hombres encargados de la búsqueda de Esmeralda Castillo Rincón, quienes le ofrecieron 160 mil pesos como reparación del daño y para que ya se callara, le dijeron joto, marica, que porque andaba con mujeres, que si había cambiado los pantalones por la falda, 10 años tiene este señor buscando a su hija y su historia es desgarradora, el machismo claro que adolece también a los hombres. A su vez otra señora tomó la palabra para gritar su impotencia y su repudio contra la nueva campaña denominada Divas de Juárez, campaña que pretende invisibilizar la lucha de diversas redes no gubernamentales, que han exigido justicia para las Muertas de Juárez desde los años 90s hasta la fecha.

José Luis Castillo. Foto: Ivanna Leos

El viernes 16 de agosto se hizo historia con las marchas multitudinales, se hizo historia para aquellas que soñaron con mujeres poderosas buscando salvar a otras mujeres que ya no pueden hacerlo,  se gritó y se marchó también para todas aquellas que están calladas, y también para aquellas que aún tienen miedo, que tienen miedo de incomodar, que tienen miedo del que dirán, que tienen miedo de identificarse feminista en un país que ha decidido llamarnos feminazis enojadas. Estamos sensibles y estamos enojadas, porque ya no queremos feminicidios, porque no queremos una más a la lista, a las fosas, ni al olvido. Y sí, continuaremos buscando formas de llegar, de movilizar, de concientizar, porque aún queda mucho camino por recorrer, porque esta revolución tiene mucho que empezó y aún le queda mucho para terminar.

El feminismo es una decisión y también se contagia, pero como todo conlleva una enorme responsabilidad, la responsabilidad de la empatía, del ser consiente de dejar atrás patrones culturales que nos han instaurado desde hace siglos y siglos de dominación patriarcal, es decir adiós a amigos y amigas que sabes que son tóxicos en muchos sentidos y que ayudan a perpetuar la cultura del machismo y de la violencia, es alejarte de aquellos que te violentan hasta cuando te interrumpen, es pensar una y otra vez maneras acertadas de hacerle ver a los que no se han dado cuenta la realidad injusta que invisibiliza a las mujeres en escenarios diversos, es enojarse hasta la raíz porque todos hablan de paredes rayadas, pero no están hablando de todas las historias de muerte y agresión, de tortura, de violaciones infinitas, es estar hasta la madre de las estrategias y tener que regresar a eso a lo primigenio y arrebatado para hacerte ver y para hacerte escuchar, de que esto, este mundo ha decidido infringirnos dolores inimaginables solo por ser mujeres.

El estado no nos protege, ya no creemos en sus leyes.

Mucha luz a las que están en primera fila gritando por las que vamos hasta atrás. Mucha fuerza.

Sororidad.

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